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Lema Anual 2021.


El pasado año hicimos foco en la tinaja de la Pastoral Vocacional y nos ayudamos a caer en la cuenta que somos y estamos llamados a algo grande porque somos amados a lo grande; y este año pondremos el acento en la tinaja de la Misión Educativa.

La finalidad de un centro educativo menesiano, es hacer experiencia del proyecto de Jesús, un proyecto de hermanos, donde todos nos sintamos en pie de igualdad en la mesa común del Reino, porque todos nos sabemos hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre, aunque necesariamente, todos prestemos diferentes servicios.

En esta línea el capítulo de Distrito recoge estas afirmaciones en la presentación del tema de la Misión Educativa: La educación menesiana está llamada a hacer de las obras educativas espacios de fraternidad, a pasar de la escuela de los Hermanos a “escuelas de hermanos”, donde todos nos sintamos hermanos porque lo somos y así nos tratamos; a pasar de mesas con lugares de privilegio, a la mesa redonda donde el lugar que se ocupa no es indicador de privilegio sino del rol desde el que se sirve. Estamos invitados a proponer a la comunidad educativa experiencias de servicio, de contacto con los más necesitados y a leerlas en clave de fe; a hacer de la escuela un lugar inclusivo, donde no nos llame la atención el diferente, porque todos lo somos. ¿Es éste el espíritu que anima nuestras obras educativas?

El proyecto de fraternidad universal resuena con más fuerza en nuestros oídos desde la publicación de la encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco. Ya lo había mencionado al tema en Laudato Sii y en Querida Amazonía, al entender a la persona como ser interconectado con todo lo creado, con todas las creaturas y con el Creador. Somos seres en relación y estas nos definen.

Las relaciones que tejemos nos van conformando. Si son relaciones de fraternidad nos posicionarán en un pie de igualdad ante los demás. Si son relaciones de poder nos ubicarán abajo o arriba, dentro o fuera, al centro o al margen y nos significarán como los que podemos o no, como los dominantes o dominados, como superiores o inferiores, como marginados o incluidos, como poseedores o desposeídos, como ganadores o perdedores, como libres o esclavos, etc. mas nunca como hermanos y hermanas, diversos y por ello complementarios.

La escuela es una pequeña porción de la sociedad y en ella se replican las relaciones sociales a las que estamos habituados. Pero la escuela de inspiración cristiana, la escuela menesiana, está llamada a no-normalizar, a visualizar aquellas relaciones que no reflejan el Reino.

El proyecto de Jesús es claro, hablando de las relaciones de poder: ‘entre ustedes no tiene que ser así; todos ustedes son hermanos’ (Cfr. Mt 23, 18). La fraternidad reclama un estilo de relaciones donde el que quiere ser el primero debe hacerse el servidor de todos, porque el servicio es el termómetro que marca nuestra vivencia de la fraternidad.

Mirando al logo

Observamos una vasija colorida, en la cual están como estampadas diversas manos (en tamaño, color, forma, etc.). En el centro percibimos claramente el Dios Solo, en forma armónica con el todo y en la base la frase ‘Artesanos de fraternidad’.

Si volvemos la mirada a la vasija y la observamos con detalle percibiremos sus imperfecciones, no es simétrica, la curva dibujada a la izquierda y la derecha no es la misma, la boca está ondeada, etc.

Es una vasija hecha artesanalmente, no en serie. Y todos sabemos por experiencia propia que el moldeado artesanal es singular, nunca igual a otro, tiene sus particularidades, mejorable o no dependiendo del artista, encierra su propia belleza, es comparable pero tiene su propia ‘personalidad’. etc.

Las manos dan sensación de movimiento, de estar moldeando la vasija, cada una desde su lugar, sin sobreponerse ni ocupando el espacio de otra, unas se ven y otras no (están ‘detrás’, ocultas, si pudiéramos percibir la otra cara notaríamos la misma dinámica). Unas están más expuestas y otras ocultas, pero todas en la vasija, ocupadas en la misión: moldear. No hay manos “caídas” de la vasija.

Implicancias

Somos invitados a ser artesanos, artesanos de fraternidad. Se nos invita a implicar nuestras manos en la ‘masa’. Es imposible ser artesanos sin involucrar las manos. Las manos son el instrumento por excelencia del artesano, sea el material que sea con el que trabaje. Comprometer las manos es comprometerse y quien se compromete, se mete de lleno en la cosa.

Se nos invita a amasar fraternidad. Amasar esta realidad implica un trabajo artesanal, no es algo que puede decretarse ni estandarizarse, no se puede formatear ni predeterminar. Sabemos que el modelo lo propuso Jesús y está contenido en el Evangelio, pero no por ello es una tarea simple para la humanidad.

Desde los orígenes el amasado de esta realidad trae sinsabores. La historia de Caín y Abel da cuenta de ello. Siempre a la humanidad le costó hacerse cargo de la sangre del hermano y más aún de la sangre de quien sufre o está en una posición vulnerable. ‘Hemos perdido el sabor de la fraternidad’, llega a afirmar el Papa Francisco (n° 33 de FT).

El Padre Dios ha intentado en más de una oportunidad mostrarnos el camino, pero no logra convencernos. Solo nos sensibilizamos cuando somos víctimas o lo es alguien de nuestro entorno afectivo significativo. Nos cuesta mirar al otro descubriendo en él que estamos hechos del mismo barro y por lo tanto esencialmente hermanados.

La escuela, por ser escuela está comprometida en ofrecer experiencias significativas de que es posible desarrollar un tejido nuevo de fraternidad. No es fácil, y nunca lo ha sido. Pero hoy, más que nunca, estamos llamados a hacer de los centros educativos lugares germinales donde la fraternidad se siembre y cultive, se cuide y experimente y si se daña que se enseñe a repararla, porque, como dice el Papa Francisco, no es algo abstracto sino que es fruto del cultivo consciente y pedagógico (n° 104 de FT).

La urgencia de la fraternidad es impostergable. La humanidad y la creación toda está reclamando un ecosistema de relaciones más sano, más fraterno, más respetuoso de la casa común y del otro, más misericordioso y tierno, más reconciliado con lo que somos y menos agresivo con el entorno, más armónico y menos disruptivo, más inclusor y menos marginante. Algo nuevo tiene que nacer, y ya. No hay tiempo para seguir esperando y menos de brazos cruzados.

En y desde un centro educativo podemos hacer experiencia de múltiples maneras de convertirnos en artesanos de fraternidad, en primer lugar con quienes convivimos a diario en casa, en el aula, con quiénes más necesitan y están en nuestro centro educativo, con quiénes más necesitan y habitan el entorno. Esta tarea artesanal va desde dentro hacia fuera y si en mi corazón no hay actitudes básicas de respecto y aceptación que me lleven a ‘percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia’ (n° 106 FT) será imposible.

La tarea artesanal de la fraternidad nos compete a todos. Nadie puede desligarse de esta misión si es que quiere un mundo diferente, donde todos nos podamos sentar a la misma mesa y disfrutar de los bienes, donde el cuidado de la casa común sea una ocupación de todos, donde el otro sea valorado por lo que es y no por lo que hace, donde el que manda está como el que sirve y donde el que sirve es un grande.

Vivamos el año con conciencia de ser artesanos de fraternidad y cambiaremos, y el pequeño entorno cambiará, y el aula y el centro educativo cambiarán, porque yo he cambiado. El cambio empieza por mí. Sé artesano de fraternidad.

Hno Benito, Visitador